Quizás la leyenda más conocida es la de su “cabeza parlante”, recogida en textos del siglo XV e incluso por el Padre Feijoo en el siglo XVIII. Cuenta que existía una gran cabeza encantada que había tardado en construirse 30 años por un alquimista, y que gritaba cuando un judío entraba por las puertas de la villa: «¡Judío en Távara!». No cesaba hasta que, quien fuera, abandonaba la villa, momento en que volvía a gritar: «¡Judío fuera de Távara!» y se callaba. Llegó a concitar el odio de mucha gente, hasta que un día unos vecinos furiosos la destruyeron a pedradas.
Existen en Tábara ritos y tradiciones ancestrales de origen pagano y de gran fuerza simbólica que han sobrevivido hasta nuestros días asociadas a la religión.
Algunos están relacionados con el paso de la juventud a la vida adulta como las Mascaradas, donde la máscara define y se identifica con un personaje ritual, en el caso de Tábara El Birria, un diablo burlesco o una especie de chamán de narices prominentes con una piel de animal sobre la cabeza. En carnaval, lunes de Pascua, Corpus Christi, El Carmen, o en las fiestas patronales de la Asunción, El Birria siempre desfila y baila junto a grupos de ocho Danzantes interactuando con ellos y con los espectadores.
Los Danzantes llevan sobre la cabeza una corona o sombrero de flores y mantienen viva la Danza del paloteo cuyo origen es discutido: la idea más generalizada es su carácter guerrero, pero también podría tener cualidades propiciatorias y de fertilidad, emparentándola con ritos agrarios ancestrales.
En las fiestas de San Mamés y San Blas, Bendito Cristo, o San Isidro, es tradicional que los vecinos elaboren ramos de roscas dulces que portan durante la procesión del santo y se subastan entre los asistentes tras la misa. También por San Antón es costumbre subastar las ofrendas al santo.
En mayo, los jóvenes que han pasado a la mayoría de edad, eligen el palo más alto para plantar “El Mayo”. Y en la noche de San Juan es tradición que los mozos coloquen ramos de flores en las ventanas de las mozas.
