Entre los vestigios epigráficos de Tábara, encontramos esta lápida sepulcral de mármol con cruz griega, alfa y omega.
La pieza es un relieve inciso de gran finura gráfica. Seguramente descubierta por los restauradores de 1958 en el interior del muro sur de la iglesia, su reverso está reaprovechado para el epígrafe de la consagración de la iglesia de Santa María. Su cronología es incierta pues, en su indefinición estilística, encontramos soluciones visigodas y altomedievales.
Está dispuesta horizontalmente y tiene ligera forma trapezoidal, como es habitual en las laudas funerarias altomedievales. Aunque presenta una fractura en su parte inferior, sus dimensiones debían de ser muy reducidas.
La cruz, es considerada por distintos autores como visigoda, aunque Fernando Regueras Grande plantea ciertas discrepancias sobre su cronología puesto que, aunque considerándola de estirpe visigoda como todas las prerrománicas, remite a modelos asturianos como la Cruz de los Ángeles tan repetida en los Beatos.
De sus dos brazos cuelga un péndulo recto con las letras alfa y omega, y en su nudo aparecen dos círculos concéntricos y un botón central. En los extremos y ápices de la cruz, exquisitas filigranas forman un sutil juego lineal de contracurvas y rectas.
Debajo de la cruz aparecen tres círculos decorativos biselados, que probablemente aluden simbólicamente a la Trinidad.
El cerco que enmarca la lápida, con motivos de ondas y remates florales, es también muy frecuente en las miniaturas de los Beatos del siglo X con la misma función enmarcante.
En definitiva, se trata de una pieza cuya factura está a la altura de uno de los Scriptorium más importantes de la Edad Media hispana.
Como decíamos, la lápida sepulcral se reaprovechó en su reverso para el epígrafe de consagración de la iglesia románica de Santa María, en 1137, por el obispo Roberto de Astorga. Podemos ver esta inscripción en la fachada de la puerta sur, junto al ingreso habilitado bajo el porche lateral. Su traducción dice:
“El obispo Roberto consagró esta iglesia en la era de 1175 (año 1137), siendo Domingo Alfonso abad de San Martin. Orad por él en (el nombre del) Padre”