El códice iluminado es un libro manuscrito antiguo, compuesto generalmente por hojas de pergamino y decorado con dibujos en los que se utilizaba oro y plata. Aunque estaba encuadernado con forma de libro, en ocasiones, se llama códice a una sola hoja o a unas pocas, que se conservan de un manuscrito perdido.
El término “Códex”, del que deriva “Códice”, procede del latín caudex que significa “tronco de árbol” y era el nombre de las tablillas enceradas que los romanos usaban para escribir. Los primeros cristianos denominaron “códex” al nuevo formato de libro que adoptaron, muy diferente del rollo o volumen que se empleaba por entonces. Se trataba de una especie de libro con un par de tablas a modo de tapas entre las cuales colocaban pergaminos doblados y cosidos que podían escribirse por ambos lados, lo cual facilitaba considerablemente el acceso al texto.
Su producción está muy vinculada a la cultura medieval y ligada especialmente a la iglesia. En tierras de cristianos, únicamente es ella quien mantiene y enseña la escritura, y los monasterios realizaban una importante labor intelectual en esos siglos al ser los productores de estos libros manuscritos.
Los códices iluminados eran objetos religiosos y a la vez de lujo. Según la capacidad adquisitiva del personaje que encargara su elaboración (monasterios, iglesias y reyes), la “iluminación” a base de polvo o finas láminas de oro y plata era más o menos abundante y de calidad, tanto en las hojas como en la encuadernación.
Se les denomina también “miniados” por el uso de minio (tetróxido de plomo) como pigmento para confeccionar los dibujos y las letras capitales al inicio de cada capítulo. Es característico, además, la utilización de pigmentos de colores brillantes como recurso expresivo, que extraían de minerales y plantas.
Eran elaborados en los «Scriptoria» por monjes de gran cualificación artística. En su fabricación se exigía una compleja coordinación de muchas actividades, y en los monasterios más ricos, intervenían al menos dos personas, que además firmaban sus obras: los copistas encargados del texto y los ilustradores, la mayor parte de las veces de carácter trashumante.